EL HOMBRE ES LA MEDIDA DE LAS COSAS: DAS KAPITAL

La obra del dramaturgo Benjamín Galemiri, DAS KAPITAL, que en estos tiempos su exhibición se realizó a través de un registro audiovisual proyectada en la sala virtual del Taller SIGLO XX Yolanda Hurtado, y llevada a escena bajo la producción del mismo centro cultural, coloca frente a frente a dos seres fracasados y, la única redención para superar dicha condición es el intercambio de un bien suntuoso, para probar el temple del cual está constituido la persona. El centro de la obra no se aleja del texto inspirador y que da el título a la obra, EL CAPITAL, del filósofo alemán Karl Marx (1818 – 1883); que siendo un tratado de crítica económica, también se ha leído como un tratado de filosofía y política sobre las relaciones de dominación entre las clases sociales, masificando el ensayo la división entre burgueses y proletarios.

Entonces, la anécdota de la pieza de Galemiri, escrita en los años ´90, dirigida por Edinson Díaz, es la siguiente: William es un empleado público de bajo escalafón, que anhela comprar un auto como superación de status social y darse el lujo de pasear a su familia, y así dejar de andar en la locomoción colectiva y romper el anonimato. Para esto, encamina sus pasos a la automotora de Brito, un vendedor de vasta experiencia y amor por los autos. En este encuentro, William se ve enfrentado a un despiadado vendedor que bajo artimañas y manipulaciones psicológicas, quiere “vender su auto antiguo”, en reemplazo de un vehículo cero kilómetro.

Pero esto es solo la excusa para indagar en las aspiraciones que mueven a cada ser en escena, y para potenciar la negociación y compromiso momentáneo entre vendedor y comprador, se echa mano a dos recursos que dan forma y continuidad a la narrativa en el espacio escénico: una iluminación que concentra su accionar en los personajes porque no existe escenografía, salvo dos o tres elementos acotados; concentrando toda la energía en las interpretaciones y, el registro audiovisual recurre al color blanco y negro como solitario y sobrio lenguaje expresivo. 

Este lenguaje venido del cine, y que en ocasiones el teatro ha recurrido a su uso con mucho acierto por las múltiples potencialidades que ofrece, generalmente se utiliza para sacar el máximo provecho a las contradicciones que se dibujan en los rostros, y que en los personajes que tenemos a la vista, están nítidamente perfilados en sus claroscuros, multiplicando las inseguridades que cargan las apariencias.

Apariencias que permiten sobrevivir bajo una degradación continua y se recurre al ataque gratuito y personal como mecanismo para preservar el escaso logro recogido. 

Resultado de ello, el tempo dramatúrgico nos sitúa en una indefinición de época y lugar, nos instala en un limbo irreconocible, en una pesadilla genérica de negociación por la dignidad humana. Librar e intentar ganar una batalla para salvar la apariencia de una existencia es el “quid pro quo”, de los personajes. 

El autor Galemiri es considerado un autor prolífico e innovador de amplio repertorio, que le granjeó reconocimiento como dramaturgo de la transición; debido a la gran cantidad de obras escritas donde indaga en los mecanismos y trampas que escondía la llamada democracia que se iniciaba pos-dictadura y sus repercusiones en las personas.

La redención de los mundos que observa y lleva a escena Galemiri, es una estafa. Que al resultar siendo el motor movilizador humano que engatusa con la falsa promesa bíblica, es una esperanza traicionera que concede cambio provisorio de status. 

FICHA TÉCNICA: Autor: Benjamín Galemiri. Director: Ángel Solovera. Actores: Edinson Diaz, Ángel Solovera. Edición: Federico Nacif. Producción: Taller Siglo XX Fugitiva Producciones. Música: Ángel Solovera. Género: Comedia Negra

Por: Guillermo Pallacán R.

1 Comment

  1. Estimados, esta obra que la ví por primera vez on line en tiempos de pandemia, adquirió mucho más significado al verla en vivo, la cual se realizó en un espacio íntimo que tiene que ver con la idea de los teatros de bolsillo. Las actuaciones y los juegos de iluminación, hacían que el público sintiera el relato cerca, tan cerca como si uno escuchara dicha conversación en un paradero o esperando el metro.

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