PRIMAVERA CON ESQUINA ROTA, UNA FISURA QUE BROTA DESDE LA MEMORIA EN EL PRESENTE. 1985-2023.

Vuelvo al presente bajo una crisis estructural que se ha quedado en el cotidiano vivir, ya que me encuentro hace un tiempo sumergida en el pasado, investigando otras historias de Chile. Quiero entender desde mi individualidad, un instante de la historia chilena, la cual se encuentra más que nunca en peligro de quedar condenada nuevamente al olvido a propósito de una escuálida y polarizada conmemoración de los cincuenta años del golpe militar chileno.

Acepto la invitación profesional de internarme en la historia chilena que, aun estudiándola persistentemente, sigue siendo como andar a tientas. Confieso la dificultad de mirar el pasado sin prejuicios ni sesgos ideológicos, un verdadero ejercicio de deconstrucción personal, puesto que soy parte de los chilenos que heredamos una cultura que desdeña la organización social y conmina a esos procesos, a ser contados como “excepcionales” en nuestra sociedad. Lo único que me permite persistir en esta búsqueda, es experimentar que el presente está en peligro y que la disciplina histórica otorga algunas respuestas frente a la incertidumbre.

El tiempo avanza haciendo que la crisis se instale para quedarse y esta prolongación, genera en mí, mayores ansias de conocer otras versiones de la historia. Producto de lo anterior, comprendí que siempre hay otras y variadas por lo demás, sólo que estuvieron guardadas dentro de las familias de militantes y adherentes a las organizaciones sociales que siguen resistiendo a través del tiempo. Actualmente, dichas memorias están liberando una batalla desigual en pleno siglo XXI, evitando nuevamente pasar al olvido definitivo, ya que la institucionalidad no ha desarrollado el punto final de esta tragedia.

Descubrí en el camino, que en realidad el pasado reciente antes de 1973, fue un escenario efervescente. Nuestros abuelos, vivieron bajo una sociedad que desplegaba una alegría en las calles, una visión envolvente, mayoritaria y que está lejos de ser una utopía mal contada. Visualizo un triunfo popular que tenía a la gente volcada hacia la vida pública y social, sintiéndose parte de una construcción política del país. Esta imagen de integración, ricos y pobres, delincuentes y trabajadores y de lo que se nos ocurra, compartían en las calles identificándose desde lo ontológicamente humano, es decir, somos iguales, estamos hecho de lo mismo y tenemos las mismas preguntas sobre la existencia. Con todo, es esta dimensión la que se distorsiona en la vida cotidiana, porque es un elemento poderoso de unión que se transforma en un factor disociador que cuestiona el orden social impuesto y que desde 1970, las mayorías pusieron en práctica para hacerse cargo de una construcción propia de país.

Aclaradas las razones históricas del por qué me detengo en un episodio histórico complejo, importante resulta comprobar que fueron las manifestaciones artísticas las que inundaron la imagen de la alegría en una sociedad que sentía, había triunfado de manera limpia. Esta historia cultural, también estaba en el baúl de la historia y que la represión intentó borrar bajo el terror, tras la amargura de los años siguientes. Además, comprendo el rol de los intelectuales y artistas quienes a pesar de todo, siguen denunciando en sus obras y hasta la muerte, que ningún poder aplasta en su totalidad las libertades esenciales. Por esa razón, el pasado reciente del último ciclo autoritario para Chile y Latinoamérica, dio paso a la creación de obras que relataron el quiebre provocado por la violencia política desatada de manera desproporcional a una población que se encontraba sin capacidad de responder.

Primavera con Esquina Rota, obra de Mario Benedetti, fue una puesta en escena del grupo ICTUS, hecha para la sociedad chilena en los ochenta, que aguantaba en silencio la desaparición y exterminio de miles de compatriotas que seguían luchando en medio del terror. Este teatro independiente bajo una trayectoria consagrada en la historia del teatro, comprendió que sus formas de trabajo colectivo, tenían y siguen teniendo en mi opinión, una potencialidad en tiempos de crisis.

Me pregunto si habrá nuevas generaciones de chilenos y de distintos sectores sociales y artísticos, que hagan este puente entre ese pasado y lo conecten con la crisis del presente. Pienso que la obra dirigida por Jesús Urqueta este 2023, cumple sustantivamente dicho objetivo. Con todo, la obra de Benedetti, es traerlo al presente como un agorero que anuncia nuevos aires de autoritarismo, sólo que en su presente, fue contar una historia de militantes exiliados, los cuales, en medio de la prisión, dejó expuesto la desesperación de los sentimientos humanos de amor y deseo cuando se está al límite.

El elenco, la dirección y el libreto, logran transmitir cómo la espera y las retóricas conversaciones bajo un exceso de análisis de realidad de una juventud comprometida, son aplastadas con sangre y que no conforme con eliminar al individuo, el poder se internaba en las familias y en las futuras generaciones, dejando al desnudo, que aunque se sobreviva a tal masacre,  la anhelada libertad quizás no existe y que de aquí en adelante, sólo se experimentarán quiebres, soledades, en resumen, miles de roturas que invitan a pensar que no vale la pena seguir viviendo.  

Posteriormente, hay una pausa en esta larga puesta en escena. A mitad de la obra, y, respetando su contenido original, los actores del pasado que estaban en los camarines, les llegó una noticia que pasó a la historia. En el estreno de 1985, el elenco se enteró en ese largo intermedio, que Don Roberto Parada, un histórico del teatro experimental y del ITUCH, quien encarnaba a de Don Rafael, recibe la noticia que su hijo José Miguel, tras varios días de secuestro, lo encontraron muerto en Quilicura. Si bien el director decide contar el episodio bajo una lectura dramatizada de los hechos en la escena, el caso degollados, sigue siendo uno de los más terroríficos de la dictadura.

En consecuencia, el público del 2023, se paralizó al igual que la sociedad chilena del entonces. En paralelo a lo ocurrido en el ICTUS, María Maluenda, una histórica del teatro experimental y del ITUCH, estaba también en espera de noticias desde la Vicaría de la Solidaridad, junto a otro de sus hijos y artistas del teatro, quienes en conjunto, procesaban la vivencia entendiendo que la dictadura era más cruel que la consigna que la legitimó, hacer un golpe militar para resguardar la Democracia.

Termino diciendo que si bien yo tenía 5 años cuando todo esto ocurrió, mi trayectoria de vida, al igual que muchos de mis coetáneos, tras vivir entre silencios, humillaciones, cesantía y miedo, nos dedicamos a escudriñar el pasado, a pesar de todos los mecanismos que existen y se siguen aplicando para que la población chilena renuncie a su derecho de saber su propia historia.

DANIELA WALLFFIGUER BELMAR. Profesora. Magister en Historia. Estudiante Doctorado en Historia Universidad de Concepción.

1 Comment

  1. Adentrarse en el pasado y desde allí observar todos estos acontecimientos, bien vale la pena, cuando a la autora no le esconden estas memorias y las devuelve a sus protagonistas con tanta serenidad y sinceridad.

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