EL TEATRO ES ALGO QUE DEBE SER SUPERADO(apostillas sobre “Edipo stand up tragedy)

Con parricidio e incesto es que inicia la “Trilogía Final” de Teatro La Provincia en conmemoración de sus 30 años de existencia. Protagonizada por Cristian Carvajal y dirigida por Rodrigo Pérez, Edipo stand up tragedy (la primera obra de este ciclo de “fracasos”) más que ser una puesta que intente levantar un clásico universal, es una invitación a enfrentarnos a la universalidad misma contenida en sus ruinas -ahora hundidas en los pechos de sus creadores. Cóncavo, curvo hacia dentro, el fracaso toma forma y habla el de los pies hinchados.  

Un Edipo ya viejo y ciego guiado por su hija, Antígona, ingresa a la ciudad de Colono. Viste zapatillas Adidas, una especie de faldón cuadriculado y lentes oscuros: poco es lo que lleva consigo y sin embargo le es suficiente el sufrimiento. Lamentablemente, apenas llegan a aquella aldea cercana de Atenas, un extraño les expulsa: no pueden estar allí porque es tierra sagrada, aposento de las Euménides, que todo lo ven. Es la segunda parte de la trilogía de Sófocles, Edipo en Colono, aunque su argumento es solo excusa para exponernos el exilio, no solo de Edipo, sino también de un actor imposibilitado de todo torcimiento al destino de su rol. Sobre un espacio vacío, donde las cosas pasan, la puesta en escena invierte la tragedia y pone en pie la reflexión acerca de la persistencia del teatro en nuestro tiempo. La pregunta ronda como un fantasma: ¿de qué sirve hoy el teatro?

El texto de Leyla Selman nos propone que éste ha sido ante todo un oráculo (guía) en los juicios de la humanidad. Al igual que Edipo, los espectadores asistimos al teatro para consultar nuestra fortuna: el lugar por excelencia de conocimiento (epimeleia) y confrontación (agon) de la comunidad. Sin embargo, allí donde todos quieren ser actores, pareciera mejor abstenerse de la acción, pues “hoy cualquiera actúa” y pocos están dispuestos a escuchar. En este sentido, todo lo que hemos olvidado se torna un gran guion de producción para dicho oráculo y la cuestión de “la verdad” aflora de entre los escombros. Interpretamos esto de dos maneras: por una parte, el lugar de la representación y, por otra, el sistema de producción dominante. Es decir, la edificación de un espacio en donde acontece lo sagrado necesita de distancias, de marginaciones, y qué más marginado que un actor solo sobre el escenario. Y, en torno al modelo productivo, la caída del arte crítico en el mero abastecimiento capital. Por ello, el actor nos increpa y nos dice: “¡la verdad no está acá, está allá, afuera [del teatro]!”. No obstante, la insistencia por la verdad de la re-presentación se desmorona ante el desengaño mismo de su aparecer: no vivimos en la República platónica y seguramente el remedio trágico considerado por Aristóteles poco y nada surta efecto sobre nosotros. El actor, una vez más, choca contra su propia invención: “el teatro me explotó en la cara”, nos dice, y literalmente sangra.

Siguiendo la formula marxiana en su 18 brumario, la historia se repite dos veces: una como tragedia y la segunda como comedia. De este modo, pareciera ser que solo es posible comprender hoy la historia de Edipo mediante la burla. Si consideramos el objeto de la comedia como una especie de catarsis invertida, entonces la respuesta ante la pregunta de la utilidad del teatro en nuestro tiempo comienza a tomar forma. Ciertamente, la universalidad del mito griego se torna una gran carcajada frente a la más insignificante esperanza de vida de nuestra sociedad. Es decir, ante la evidencia de lo inevitable, nadie se esforzaría por solicitar consejo al oráculo. O como dijo Žižek, “es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin de capitalismo”. Frente a esto, entonces, la situación patética del de los pies hinchados es equivalente al del mismo teatro que lo sostiene en tanto éste insiste en buscar su sentido sagrado, allí donde todo ha devenido profano. “El teatro ha muerto”, se escucha decir en reiteradas ocasiones mientras un eclipse de luz mancha el fondo negro.

Blasfemia

El teatro, en realidad, no sirve para nada. Y al igual que en el arte, esa inutilidad es la que le proporciona, paradójicamente, su sentido de permanencia. Por tanto, más que el consenso esperado por la purgación aristotélica de las pasiones, lo que se produce es un opaco disenso de las comunidades. En este sentido, que el teatro muera no significa que no se haga más teatro, tampoco que la humanidad carece de enfrentamiento -rememorando a Arthur Miller-, sino que ese teatro que conocemos debe ser por fin superado, pues su condición de oráculo conlleva una exigencia demasiado productiva. “¿Adónde voy a ir si no puedo ver?”, nos dice Edipo, o quizá el actor detrás de la máscara de Edipo.

Si el oráculo ha servido para algo, solo ha sido para la catástrofe. Es eso lo que nos parece proponer el punto de partida de la “Trilogía Final” de Teatro La Provincia con su montaje-fracaso de luces enceguecedoras. Y ahora que Edipo ha muerto, y con él el teatro, esperamos a que ellas hablen en su próximo estreno (Hablan) en Teatro La Memoria.

FICHA TÉCNICA: Título original: Edipo stand up tragedy. Dirección: Rodrigo Pérez 

Dramaturgia: Leyla Selman. Fechas: 11 al 27 de mayo 2023. Lugar: Teatro La Memoria. Elenco: Cristián Carvajal, Guillermo Ugalde. Diseño: Catalina Devia

Producción: Cristián Carvajal, Municipalidad de Punta Arenas, Fundación Cultural de Punta Arenas, Teatro La Provincia, Teatro La Memoria.

Por: Ignacio Barrales Parra. Magister(c)en Artes Mención Teoría e Historia del Arte. U. De Chile.

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