El escenario es un espacio vacío que muchas veces nos parece silencioso y poco atractivo. Pero lo cierto es que, dicha simpleza trae consigo paz y calma mental para recibir limpiamente los estímulos que estamos a punto de recibir en la última producción del Ballet Nacional Chileno, BANCH: La Consagración de la Primavera; del maestro ruso Igor Stravinsky.
Desde la belleza y formalidad técnica del dúo Tala; Tamara Buttinghausen y Luis Alberto Latorre; con la interpretación en vivo al piano de los dos intérpretes a cuatro manos, comenzamos a entrelazar y absorber esta puesta muy conocida y polémica en el pasado que siempre arremolinan polémica por lo vanguardistas que resultan sus propuestas escénicas.
Hoy, en este año 2023, esta pieza a cargo del BANCH, integrados por maravillosos profesionales entregados en cuerpo y espíritu a la danza; que bajo la coreografía y dirección del maestro Mathieu Guihaumon, el ballet “La consagración de la primavera”, resplandece en esta última puesta en escena.
Para no predisponer lo que la reseña nos pudo adelantar sobre esta pieza, no preconcibo más allá de lo obvio por lo conocido,
Después que contextualizamos diegéticamente época y momento del mundo propuesto, con las sutiles notas arrancadas al piano por el Dúo Tala, damos pie a recibir a estos cuerpos sin tiempo ni género determinado. Estamos preparados para que la rítmica y calidad de los movimientos, nos invada desde una óptica nueva.
En el vestuario la propuesta de Zorra Vargas, se inclina por la armonía, sin dejar afuera toques vanguardistas, dando importancia a los colores como elemento de unión y contraste, destacándose en texturas livianas que besan los cuerpos de los bailarines. Muy acorde y grata la temperatura en tela e iluminación que tiñe estos cuerpos que, con los movimientos ágiles y rítmicos del cuerpo de baile, generan una atracción que se incrementa a cada paso del fraseo musical propuesto.
Sin ninguna duda resalta nítidamente la fuerza y coordinación de los grupos que se unen y desunen, todos con elementos de cohesión y separación utilizando tomadas, abrazos, elevaciones y juegos de partners; narrando a través de frases musicales aquellas historias que solo poseen las tribus de danza. El ritmo alojado en las piernas que se arraigan a la tierra y florecen con los altos que nos entrega la pieza musical, en bellas elevaciones y juegos que parecen ritos en cada armado rítmico ejecutado.
Si bien identificamos algunos juegos de repetición, simplemente sirven para familiarizarnos con el movimiento propuesto. Ya que por lo general las coreografías exigen mucha memoria y habilidad para mantener tanta cohesión en las frases musicales. Así, con este trabajo minucioso se transparenta el profesionalismo y compromiso que los intérpretes poseen con el arte dancístico.
Bien avanzada la representación sobresalen en el inconsciente los trazos circulares, las propuestas lineales y variados giros que irrumpen en el espacio escénico, jugando así con la belleza de los ángulos y oscilantes cambios que refrescan la mirada del espectador dada la ausencia de apoyo escenográfico; proponiéndo los ejecutantes una escenografía viva y activa.
El piano, sin duda concretan la obra, moviendo con sus teclas, energía. La creación es de Igor Stravinski, con la interpretación del Dúo Tala, Luis Alberto Latorre y Tamara Buttinghausen.
En este ballet dinámico, donde la puesta en escena recae bajo la responsabilidad de la actriz Millaray Lobos, destaca su aporte sacando de cada bailarín habilidades que los llevan más allá del ballet, más allá del género, más allá de la danza en sus términos convencionales; en suma, los transforma en intérpretes integrales. De igual manera, podemos leer lo ancestral, la dinámica tribal, el contacto con la naturaleza, los flujos de los elementos que sin duda anidan también en el comportamiento de los cuerpos en el palpitar del tiempo y el espacio.

Por: Mané Ríos. Actriz y Bailarina.