EL PAISAJE COMO VIOLENCIA COTIDIANA

La obra “Paisajes Para No Colorear”, creación colectiva con apoyo dramatúrgico de Anita Fuentes y Francisca Ortiz; ha estado en cartelera dos semanas en el mes de Noviembre con lleno total en uno de los teatros más importantes de Barcelona, el Teatro Lliure.
Impacta ver la fuerza de las nueve actrices adolescentes en escena, una energía que muchas veces se desborda y desborda con ella al público. Hay una experiencia genuina en estas jóvenes intérpretes que traspasan al espectador, resuenan en el cuerpo y la mente de quienes las observa.


En la sala había una respiración diferente a la habitual, sabíamos que estábamos viendo algo extraordinario, algo poco frecuente. Unas jóvenes adolescentes estaban objetando nuestros valores, nuestras reglas, nuestras convenciones; en definitiva, las estructuras en la que vivimos y nos relacionamos los unos con los otros, lo que nuestra generación adulta ha permitido, lo que no hemos dicho ni denunciado estaba allí, expuesta en carne y hueso como en un grito en sus jóvenes voces. Lo hermoso es que el público ha resonado con ellas y la prueba está que junto al aplauso, los espectadores han entrado en una catarsis como si las palmas aliviaran la emoción contenida durante toda la obra, la gente las ovacionaba, otras gritaban bravo y hay muchas que lloraron y se quedaron en sus asientos hasta que el teatro fue quedando vacío.
Así que aprovechamos la estadía de la compañía aquí en España, y fuimos a hablar con el director Marco Layera y la actriz Daniela López. Esto es parte de lo que conversamos:
Hemos visto en el escenario una energía juvenil rebelde, con una voz muy crítica al sistema político chileno. ¿Es una sello de la obra?

En general todos los trabajos de la compañía tienen ese sello, esa energía, esa fuerza en el escenario, porque los actores no solo son actores, sino también autores, entonces se empoderan de lo que dicen, porque lo dicen desde una voz colectiva, no es una voz impuesta. Nuestro teatro es un teatro desenfadado e indignado que requiere de esa energía.

¿Cómo se logra traspasar esa impronta a este elenco tan joven?

Porque el espacio de creación y la investigación en campo que hicimos nosotros con las adolescentes, fue crear un espacio de libertad que no estuviera sometido a ninguna autoridad, donde ellas se sintieran muy libres de decir lo que quisieran, eso lo remarcamos mucho. Y también nuestro objetivo era que ellas pudieran entender el soporte artístico y que el teatro les permitía expresarse ideológica y socialmente. Así se logró un proceso muy natural y orgánico.

¿Las chicas habían hecho teatro antes?

Algunas sí, otras nunca.

¿Y cómo las eligieron?

Estuvimos un año con distintos encuentros y talleres en diferentes lugares de Santiago, después se hizo una audición abierta en el Centro Cultural Gabriela Mistral (GAM) donde quedaron ciento cuarenta chiquillas, de ahí elegimos a veinticinco y luego tuvimos un taller concentrado de un mes, tres veces a la semana y después elegimos a nueve. Y el proceso de selección tiene que ver con la particularidad de cada una. Teníamos tres líneas que nos interesaban trabajar en la audición.
La capacidad de opinión, los recursos expresivos, o sea talentos y por último, que fuera diferente a las demás. Quiere decir la particularidad de cada una. Esas tres líneas se fueron uniendo.

Cuando vemos la obra, nos preguntamos, ¿el teatro chileno en general tiene un compromiso social? Y ¿cómo es la realidad del teatro en tu país hoy?

Primero hay que entender que tenemos una tradición de un teatro muy político y venimos de la dictadura. Cuando recuperamos la democracia comienza haber un vacío, porque el enemigo ya se fue, ahora el enemigo es invisible. También hay un vacío creativo que empieza abrir otro tipo de contenidos, ahí hubo un statu quo. Nosotros cuando comenzamos con la compañía en el 2007 ó 2008 era poco el teatro político comprometido. Solían hacer Ibsen, Strindberg. El teatro más político era de Jean Janet, Sarah Kane. Pero existían pequeños grupos. Nosotros comenzamos hacer un teatro generacional, con implicancia política y también territorial, de contingencia, de nuestra memoria, de nuestro presente y hablar de las contradicciones de nuestra sociedad.

Creo que el teatro actual, el de los jóvenes, está ligado a la contingencia nacional, a la reivindicación de derechos, reflexionar sobre la memoria, el país, la historia, sobre las contradicciones, o sea es político. Ahora podemos hablar si es elevado o no artísticamente. Yo hablo de los contenidos, que son muchos. La mayoría de las compañías jóvenes están en eso. Los mismos que hacen teatro están hoy en las calles.

Yo lo miro con optimismo. Me interesa que se reflexione sobre la realidad del país, las contradicciones. Me interesa que la gente se junte y formen colectivos, que haga comunidad. Pero por otro lado existe una precarización absoluta en el quehacer teatral. Afuera me preguntan, ¿tú tienes un teatro en Chile? A mí no me pasan espacios para ensayar. Yo soy un privilegiado dentro de todo, porque he viajado mucho, pero igual tengo que buscar galpones abandonados para ensayar. Este trabajo es el único que hemos podido trabajar bien porque El GAM nos apoyó, necesitábamos una institucionalidad detrás del proyecto para enfrentarnos a los padres, y ahí pudimos trabajar en condiciones privilegiadas, pero en general vivimos en un país que la cultura no importa, vivimos en una precarización constante. Hacer teatro en Chile hoy es un acto de generosidad, de valentía.

Cuando comenzaron como compañía, pensaron que iba a pasar lo que está ocurriendo en Chile hoy?

Nosotros comenzamos por el año 2007 ó 2008, la época que existía un statu quo que duró dieciséis años más o menos, donde no existían las movilizaciones sociales, no existían el sentido de comunidad, de reivindicar, porque había una fe, una esperanza, en aquellos que recuperaron la democracia que esto iba cambiar, ninguno en aquella época se atrevía a apuntar con el dedo a la izquierda y decirles, lo que están haciendo ustedes es administrar el sistema que dejó Pinochet, porque ello eran vistos como héroes, también había sufrido para recuperar la democracia.

Nuestra compañía fue la que comenzó a apuntar con el dedo las contradicciones de la izquierda oficialista, que se aburguesó, que nos traicionó, porque la alegría nunca llegó. Pero no fue mi generación la que comenzó con las movilizaciones sociales, comenzó el año 2006, con el movimiento pingüino que pedía educación gratuita y de calidad, después se profundizó el 2011 y ahora el 2019 son nuevamente los estudiantes los que evaden el metro, los que saltan el torniquete y explota esta ebullición social que estaba contenida.

Nuestras obras siempre ha tenido un universo de izquierda, tienen las marchas, reivindicaciones, siempre hablamos de la violencia política. He incluso nuestro trabajo anterior, la dictadura de lo cool, la obra termina con una revuelta con un incendio, con saqueo, pero va mucho más allá, donde se meten a este teatro burgués donde estamos haciendo una obra y matan a todos los actores. Era muy fuerte, muy violento, muy realista. Fuimos acusados de nihilista, de anarquista, de pregonar la violencia y eso que era el 2006, porque nosotros siempre decimos que la revolución trae muerte, no es tan fácil hacer la revolución. La revolución no es tener 4G o un jean Levis hecho de material orgánico. Entendemos la revolución y nos preguntamos, si llega la revolución ¿va a venir por nosotros? Somos privilegiados, ¿pero estamos dispuestos a ceder nuestros privilegios? Porque para que esto cambie tenemos que ceder privilegios, pero el tema es que nadie quiere ceder ni un centímetro.

¿Te ha sorprendido algo en el proceso o en el trabajo?

Sí, que los temas que les interesaban conversar a las chicas, eran cosas que estaban en la agenda política y pública, eso fue una gran bofetada. A ellas le interesaban los temas de adultos y me impresionó el acceso a la información que tienen, es brutal y también lo empoderadas que están y su visión de la vida. También me impresionó la vulnerabilidad a las que estaban expuestas, los distintos tipos de violencia que eran víctimas. Lo otro que me ha impactado es el profesionalismo con que se lo toman, más profesionales que los profesionales, porque lo que están haciendo es algo donde se les va la vida.
Lo bello de este trabajo, lo que me pode optimista, es que es un proceso transformador. Todos nos transformamos, como en ningún otro trabajo. El equipo se transformó, ellas, sus hogares y eso transforma al espectador.

La actriz DANIELA LÓPEZ nos entregó las siguientes respuestas a nuestras inquietudes al ver a actrices tan jóvenes en escena:

¿Qué ha cambiado en ti esta experiencia?

Estar en la obra me ha cambiado demasiado, porque es un proyecto de creación colectiva que nace desde el feminismo visto desde las adolescentes. Gracias a la obra, cada vez soy más feminista, me siento más empoderada para decir lo que me da rabia, lo que no me gusta, para decir basta. Aprendí lo hermoso que pude ser un proyecto teatral, humano, que puede ser la búsqueda de un cambio. Porque Paisajes no es solo una obra, sino que es una lucha que nosotros llevamos a cabo en el escenario constantemente y es lindo ser parte de este cambio.

Nosotras también montamos esta obra, entonces he aprendido cosas en el ámbito teatral, a emocionarme cada vez que damos la función, que no se pierda el sentido de la obra, que no se mecanicen los textos, volver al centro de vez en cuando y a recordar porqué nace esta obra y lo importante que es para nosotros y para el resto.

Igual ha cambiado mi entorno, mi familia que hoy es más feminista, se hablan más temas feministas en la mesa. Con mis amigas hablamos de temas sociales. A mis amigos les hago ver los micro machismos que están presentes en ellos y ellos también se han dado cuenta.

Cómo experimentas el Teatro desde el cuerpo femenino? ¿Crees tú que hay una diferencia?

No sé si hay una diferencia entre experimentar el teatro desde el cuerpo femenino o masculino. No creo en el binarismo de hombres y mujeres, tu eres hombre o eres mujer, no necesariamente tus genitales van a definir la persona que tu eres y como te sientes, pero a mí me hace sentido experimentar el teatro desde un cuerpo femenino, porque la obra habla de que por ser vagina y ser menores de edad, hemos sido violentadas sistemáticamente por la sociedad que nos rodea, entonces al elenco nos junta que tenemos vagina y lo que sufrimos, que es la violencia de género. Y es difícil como mujer amar tu cuerpo por la sociedad en la que estamos inmersas, que es tan consumista y que consume el cuerpo de la mujer y que vende, que el maquillaje, que la depilación, entonces aceptar tu cuerpo y quererlo creo que me ha servido mucho el teatro, porque el teatro es movimiento, es vida.

¿Crees tu que los jóvenes chilenos tienen el mismo compromiso social que el vuestro?

Yo creo que sí. Todas las revoluciones de este siglo han sido llevadas a cabo por adolescentes y jóvenes. La revolución pingüina (2006), que era una revolución de estudiantes, de escolares principalmente, que reclamaban por una educación justa, una educación de calidad, sin fines de lucro, revolucionaron todas las calles y fueron millones de estudiantes los que se manifestaron y eso mismo volvió a pasar el 2011. El 2018 estalló también la revolución feminista y en Chile muchas de las adolescente fueron parte de esas manifestaciones, de las marchas, muchas estudiantes de liceos reclamaron contra sus compañeros que las cosificaban, que abusaban, o de los profesores. Sí, yo creo que los adolescentes tienen el mismo compromiso que el elenco de Paisajes.

Por Lucía Rojas. Dramaturga y Directora. España.

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