EL ORIGEN DE LA CONDENA

 

Matar. Esa es la idea… y el teatro.

Así me doy cuenta. En la sala de teatro. A oscuras. La idea es matar. Pero no de muerte. Es aniquilar.

Hablamos de la sociedad occidental. Sí, la tuya y la mía. Lo que somos.

Es la última obra escrita por Luis Barrales.

La obra de teatro Matar a Rómulo. Buen pretexto para entender en 2017  a Tito Andrónico de Shakespeare.

De cómo el dramaturgo Luis Barrales (autor de Hans Pozo, Las Niñas Araña, entre otras) se da un un gusto. Un buen gusto. Es su versión contemporánea de la tragedia isabelina ambientada en Roma.

La cuna de nuestra civilización nos estandariza. Hipotéticamente. Dentro de un marco cultural-valórico que nos define. O nos condena. Hasta el día de hoy. Los actores. Ellos. Empíricamente nos demuestran que la medida de la cabeza tiene que caber ocho veces en el largo del cuerpo para que sea considerado un perfecto cuerpo romano. Desvelan la subjetividad del estándar y la diversidad física y valórica contenida en un cuerpo.

Cuerpo capaz de amar y matar al mismo tiempo.

Nos advierten.

Nos advierten la posibilidad de la incomprensión del montaje y esperan que idealmente por lo menos “algo” nos haga sentido.

¿Y la puesta en escena? El director Sebastián Jaña (Topografía de las Lágrimas, Jardín de Reos) propone el fundamento brechtiano utilizando tres grandes espejos donde el público se ve reflejado en el escenario. Ubicándonos como testigos y también culpables.

Me imagino de los acontecimientos que se van a rebelar.

A través de una pantalla exhiben videos de casos reales, con una estructura piramidal de fondo construida con envases plásticos sobrepuestos uno encima del otro. Focos en el piso. Calles de luz y otros elementos técnicos y sonoros conforman el mundo que comienza a narrarse.

Cinco personajes en frente de la estructura de plástico hablan al mismo tiempo en distintas lenguas. Lo que me sugiere la Torre de Babel dando el puntapié inicial que origina la condena y el castigo divino.

Un canon de voces narrando un mismo hecho. Enfatizando sílabas, palabras o frases completas. Un pentagrama textual donde la coordinación y la concentración están pendiendo de un hilo. Una batalla de palabras, argumentos y razones para ensalzar el humanitario rescate de una ballena negra.

Una ballena negra varada en la playa, en contraposición a la indiferencia de quienes ven sufrir a un padre con su hijo muerto en los brazos. Un relato crítico a quienes naturalizan la desgracia ajena y la observan desde un balcón.

El profesor chileno Alberto realiza un magíster en Literatura en Nueva York. Cuatro de sus estudiantes son inmigrantes,  que se ponen al servicio del académico para defender su tesis a cerca del “Terror y Barbarie en Tito Andrónico” de William Shakespeare.

Eligen cuatro escenas de la obra y a través de improvisaciones, juegos gestálticos y disertaciones, lo ayudan a descifrar el motivo que movilizó al guerrero romano a cometer tantos actos de violencia, vejación y canibalismo.

Mientras desarrollan la investigación, se produce en Manhattan el atentado terrorista a las Torres Gémelas, conocido como el 11S. Las movilizaciones investigativas después del ataque terrorista, condicionan la conducta y la relación de estos cinco personajes generando sospechas, decepción y distanciamiento.

Naturalidad, honestidad y entrega amalgama al equipo de actores.

El trabajo de Maria Gracia Omegna es interesante porque contrasta sus cualidades naturales. Corporalidad frágil y bella voz unida a su versatilidad y fuerza interpretativa.

El hilo conductor de la historia está en manos del perturbado profesor que interpreta Claudio Ravanal. Que cuidando su concentración podría lograr la fluidez que se requiere en escena.

Moises Angulo logra armonizar con dulzura e inocencia la imagen bélica que se tiene de los musulmanes. Notable. A mi parecer el discurso de moralidad del italiano que interpreta Felipe Zepeda.

Nicole Suazo se muestra verdadera y correcta en su interpretación.

Un relato coloquial, extenso y vertiginoso. Donde su musicalidad solo desafina en los minutos finales. Pero que sin duda se sostiene efectivamente por las limpias actuaciones del elenco y la mano creativa del director.

El uso sencillo e inteligente de la proxémica nos sitúa en distintos tiempos y lugares. La utilización excesiva de elementos técnicos/audiovisuales, hacen que esta estructura dramática nos haga reflexionar en torno a los niveles de violencia que se viven hoy en día.

El caos brutal producido por los constantes actos terroristas. La vulnerabilidad del ser humano que subyace bajo la gobernabilidad de turno. La virtualidad amenazante en el plano de las relaciones interpersonales y de cómo el racismo, el clasismo y prejuicio, logran poner bajo sospecha a seres inocentes.

Esta realidad de “Matar a Rómulo”, me hizo sentir estar dentro de un capítulo de Black Mirror que supera con creces la historia “ficcionada” de Shakespeare en Tito Andrónico.  

Considerada la obra más sangrienta del teatro occidental.

El montaje atrapa desde el minuto cero. Cumple con la responsabilidad de condenar al Rómulo que llevamos dentro.

Barrales/Jaña…Imperdible.

 

FICHA TÉCNICA

Dramaturgia: Luis Barrales

Dirección: Sebastián Jaña

Elenco: María Gracia Omegna, Moisés Angulo, Felipe Zepeda, Claudio Ravanal, Nicole Sazo

Asistencia de dirección: Benjamín Villalobos

Diseño sonoro: Anselmo Ugarte

Diseño integral: Pablo De La Fuente

Producción: Francisca Babul

Asistencia técnica y audiovisual: Sebastián Cárez

Asistencia y producción musical Nicolás Fuentes y Diego Muhr

Diseñador de iluminación: Pablo De La Fuente.

 

   Mónica Illanes. Actriz

 

 

 

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